Más de 70 mil jóvenes sin empleo formal en Costa Rica: Un reto persistente para la economía
La informalidad laboral continúa siendo uno de los mayores desafíos económicos y sociales en Costa Rica, con más de 70 mil jóvenes sin acceso a un empleo formal. A pesar de los esfuerzos por mejorar las condiciones laborales en el país, muchos jóvenes siguen enfrentando barreras que dificultan su inserción en el mercado de trabajo, especialmente en puestos que ofrezcan seguridad social y beneficios adecuados.
Datos alarmantes sobre el empleo juvenil en el país
Según los informes más recientes, del total de 722 mil jóvenes que se encuentran en edad laboral en Costa Rica, solo 149 mil han logrado conseguir un empleo, mientras que 73 mil se encuentran trabajando de manera informal. Esto significa que una parte significativa de los jóvenes carece de estabilidad y acceso a los beneficios laborales básicos, como pensión, seguro social, entre otros.
Estos datos reflejan una realidad compleja en la que las oportunidades de empleo formal siguen siendo limitadas para muchos jóvenes, quienes a menudo se ven obligados a aceptar trabajos precarios para sobrevivir.
La dificultad para acceder a empleo formal para extranjeros
Otro factor relevante es la situación de los trabajadores extranjeros que llegan a Costa Rica en busca de oportunidades laborales. Muchos de ellos reportan que encontrar trabajo con seguridad social es sumamente complicado. Al hablar con sus empleadores, estos a menudo dan diversas excusas para no ofrecer contratos formales o no asegurar a los trabajadores.
Esta falta de regulación y formalización también afecta a los extranjeros que, aunque contribuyen al crecimiento de la economía, se ven atrapados en una economía paralela donde las garantías laborales son mínimas o inexistentes.
Consecuencias de la informalidad laboral en los jóvenes
El empleo informal no solo implica la falta de seguridad social, sino también una mayor vulnerabilidad económica y menor acceso a prestaciones laborales. Los jóvenes en esta situación enfrentan un futuro incierto, con pocas oportunidades de desarrollo profesional y acceso a beneficios sociales que podrían mejorar su calidad de vida.
Además, la informalidad puede contribuir a la desigualdad social y al aumento de la pobreza, ya que los trabajadores informales no tienen acceso a los mecanismos de protección que ofrece el empleo formal. Esto perpetúa un ciclo de precariedad que afecta a las generaciones más jóvenes.