“Los peces nos comían, mamá”: palestinos se ahogan en el mar intentando huir de Gaza
Cientos de palestinos intentan abandonar la Franja de Gaza. Escapan del hambre, el hacinamiento, las agresiones y los bombardeos. El crudo testimonio del sobreviviente de una reciente tragedia en el mar Mediterráneo, en el que varios murieron al querer llegar a Europa, buscando una esperanza de vida.
En una sala pequeña, que no cuenta con muebles, Yahya Barbakh, un palestino de 27 años y sobreviviente de un naufragio en el mar Mediterráneo, se sienta en una silla de plástico con su hijo en sus brazos. Es uno de los sobrevivientes del bote que se hundió cuando iba en dirección a Europa huyendo del asedio que se vive en la Franja de Gaza.
En tanto, la madre de Barbakh sirve café y baklava, unos dulces tradicionales árabes, a los invitados que pasan por su humilde hogar en Khan Younes, al sur de Israel, para felicitar a la familia por la “milagrosa supervivencia” de Yahya, narra la activista de derechos humanos y periodista Maha Hussaini.
El joven, padre de dos hijos, regresó de Turquía hace unos días, luego de intentar, sin éxito, migrar al continente europeo para encontrar mejores condiciones de vida y laborales, y así mantener a su familia.
Partió hace unos meses, el barco que transportaba a Yahya Barbakh y otros nueve palestinos de la Franja de Gaza se hundió el 5 de noviembre, mientras navegaba entre la ciudad portuaria turca de Bodrum y Grecia. Dos personas murieron y una sigue desaparecida.
Un viaje largo, caro y peligroso
“Hace dos meses, decidí que tenía que hacer algo ante la miserable vida que estamos viviendo. Ya había hecho todo lo que podía. He trabajado como conductor, como barbero, he aprovechado todas las oportunidades para trabajar y vivir, pero, en algún momento, todo esto simplemente no fue suficiente para que mi familia y yo viviéramos con dignidad”, expresa Barbakh para Middle East Eye.
El hombre detalla que al inicio sus familiares, principalmente su madre, desaprobaron el viaje porque temían que podía morir en el intento. Sin embargo, al final pudo convencerlos.
La familia vendió el oro que tenían y pidieron prestado dinero para preparar el viaje que, a pesar de todo, creían que sería el comienzo de una vida decente.
Para el primer tramo de su viaje, con destino al aeropuerto de El Cairo (Turquía), Barbakh pagó alrededor de 480 dólares por un visado y un billete, y otros 500 dólares por tanseeq, o “coordinación”, un término usado para los sobornos que facilitan el cruce de Gaza a través de Rafah hacia Egipto.
La cantidad de dinero que Barbakh abonó, en esa primera parte, equivale a 37 días de trabajo para el asalariado promedio en Gaza.
Una vez en territorio turco, los traficantes lo enviaron a un barrio de Bodrum, al sur del país, donde tuvo que pagarles 3.000 dólares.
Cuando llegó al barrio mencionado, Barbakh se encontró decenas de personas, incluidos niños, de diferentes nacionalidades, en su mayoría sirios y palestinos. Todos esperando a que los traficantes les ayuden a migrar, motivados por un mejor futuro.
“Nos enviaron la ubicación a través de WhatsApp, y tuvimos que caminar por los bosques, en un ambiente tan oscuro que ni siquiera pudimos ver nuestras manos, para llegar al punto en el que querían que subiéramos a los barcos”, cuenta el joven.
“Nos habían prometido que no más de siete personas estarían en un barco seguro. Pero cuando llegamos allí el primer día, nos sorprendió que 30 o 40 migrantes y solicitantes de asilo estuvieran esperando para abordar una embarcación inflable que tenía cinco agujeros”, agrega.
Barbakh —quien hace una pausa en su testimonio— explica que los traficantes están acostumbrados a amenazar a los migrantes con llamar a la Policía si es que se niegan a subir al bote. Además, los obligan a subir a bordo encañonándolos con armas de fuego.
Una vez que se llenó el barco, un traficante encendió el motor y preguntó si alguno de los migrantes a bordo podía conducir el barco.
“Conducir el barco no fue difícil. Simplemente, nos pidieron que siguiéramos navegando durante unos 20 kilómetros hasta que llegáramos al otro lado, territorio griego”, afirma Barbakh.
El hombre y sus nuevos compañeros sortearon varias dificultades durante el camino, incluso tuvieron que lidiar con la guardia costera turca, que primero los arrestó y luego los liberó.
El viaje terminó en tragedia
Tras ser liberados por las autoridades de Turquía, Yahya Barbakh abordó un barco de madera junto a otras trece personas en una embarcación que tenía capacidad para transportar solo a diez.
Ante esta situación, los traficantes le pidieron a cuatro ancianos y a una joven que se bajaran del transporte, pero la mujer se negó, insistía en llegar donde su prometido en Europa.
“No mucho después de que empezáramos a navegar, se levantó el viento y el agua comenzó a entrar en el barco. Nos aterrorizamos y usamos todo lo que teníamos para sacar el agua. Algunos de nosotros nos quitamos las camisas y chaquetas de lana para absorber el agua y escurrirla luego fuera del barco”, manifiesta.
El hombre vio impotente a dos personas, incluido su amigo, Nasrallah al-Farra, que había planeado el viaje con él, ahogarse rápidamente luego de que el barco volcara.
“El barco se volcó, y dos jóvenes se quedaron atrapados debajo. No pudimos rescatarles porque todos nos estábamos ahogando igual que ellos. Estaba seguro de que iba a morir. Mi vida entera desfiló ante mis ojos mientras luchaba por mantener mi cabeza fuera del agua” sigue contando.
Unas dos horas y media más tarde, Barbakh se desmayó. Para su suerte y el de su familia, cuando despertó se encontraba en un barco guardacostas turco.
“Me desperté y solo vi a un hombre acostado a mi lado. Comencé a gritar y hacer gestos con las manos a los guardacostas, tratando de decirles que había 10 personas en el barco”, explica.
“Solo me calmé cuando los vi sacar a más personas vivas del agua. Al final del día, solo siete de nosotros estábamos vivos. Sacaron dos cuerpos y una persona sigue desaparecida”.
Mientras esperaba a que los rescatistas sacaran al resto de sus compañeros, Barbakh usó el celular de uno de los sobrevivientes para enviar a su madre mensajes de voz en WhatsApp, que fueron ampliamente difundidos en las redes sociales.
“Estuvimos ahogándonos durante dos horas, mamá. Soy Yahya, mamá. Abu Adham [Nasrallah] se ha ido, Abu Adham se ahogó. Díselo a Abdallah”, dijo Barbakh en la grabación mientras lloraba.
“Los peces nos comían, mamá, los peces nos comían”, finalmente agrega.
La guerra en Gaza no ha terminado
Desde el mortal ataque de Israel a la Franja de Gaza en 2014, cientos de personas y familias vienen arriesgando sus vidas abordando botes de goma y madera, en mal estado, para salir de esa zona en busca de una vida mejor en Europa.
Tan solo hace unos días, el ejército de Israel anunció haber bombardeado posiciones de Hamás en el sur de Gaza entre la noche del sábado 1 de enero de 2022 y domingo, tras el lanzamiento de cohetes desde el enclave palestino.
La mañana del sábado, dos cohetes lanzados desde la Franja de Gaza cayeron en el Mediterráneo frente a la ciudad israelí de Tel Aviv.
Las sirenas de alarma no se activaron y el sistema de intercepción de cohetes no se activó, indicó el ejército israelí en el comunicado.
Fuentes en el seno de Hamas indicaron a la AFP que estos disparos “se debieron a un problema técnico debido al mal tiempo”
Un portavoz de Hamas condenó los bombardeos israelíes, y llamó a seguir “defendiendo al pueblo palestino y los lugares santos contra la ocupación de los colonos hasta la victoria”.
Por su lado, el primer ministro israelí Naftali Bennet, afirmó al iniciarse el consejo de ministros semanal que “quien apunte con misiles al Estado de Israel pagará las consecuencias”.
Israel y Hamás, enemigos jurados, libraron una guerra de 11 días en mayo de 2021, la cuarta desde 2008.