Es médico y decidió mudarse a la casa del árbol de sus hijos para cuidar a su familia
La historia del médico que se mudó a la casa del árbol de sus hijos.
Como una regresión a su infancia, pero esta vez por una causa más que justificada. Un médico emergentólogo de Estados Unidos eligió un lugar novedoso para aislarse de su familia y protegerla mientras atiende a pacientes con coronavirus: la casa del árbol de sus hijos.
Jason Barnes, de Corpus Christi, Texas, es uno de los tantos trabajadores de la salud que abandonaron sus hogares o adoptaron otras medidas de precaución para resguardar a sus seres queridos. El médico de 39 años trabaja en dos hospitales. Y a menudo, en la sala de emergencias, trata a pacientes por diversas afecciones que además suelen dar positivo por COVID-19.
Inicialmente, pensó en mudarse a una casa rodante o un departamento, pero la idea de estar en el jardín cerca de su familia lo sedujo.
«Mucha gente está haciendo esta cuarentena (…) Resulta que yo tengo una forma más estrafalaria, aunque no estoy haciendo esto para ser gracioso. Estoy tomando estas precauciones para estar seguro», afirmó el hombre en una entrevista para el medio Caller Times.
La casa del árbol era un regalo para sus hijos de 6 y 9 años: se la encargó a una empresa de construcción especializada. Sin embargo, ahora se transformó en su «centro de comando», como definió a Caller Times.
El médico explicó que es similar a acampar, pero «más cómodo». Empezó utilizando un balde para hacer sus necesidades y luego instaló un inodoro ecológico con bolsas biodegradables. ¿Y con la ducha? El protagonista de la historia comentó que se baña en el trabajo. Cuando no puede, lo hace en su casa con una manguera.
Barnes cuenta con una heladera portátil y un táper provisto de snacks, galletitas, crema de maní y bagels, entre otros alimentos. Además, su mujer le cocina. «Mi esposa hace el desayuno o la cena y lo deja en una mesa y yo lo agarro antes de que los perros se lo lleven», contó a Caller Times. También, pide comida de los restoranes cercanos.
Habla con su familia a la distancia. Y dice que escuchan sus pedidos desde la casa del árbol. «Puedo gritar o ir a la ventana. Saben que no deben abrir la puerta y arriesgarse a contagiarse de algo», expresó el médico.
Sus dos hijos se quedaron sin su casita del árbol. Aunque saben que es algo temporal. «(Mis hijos) Aman el lugar, pero entienden que no se pierden la casa del árbol, per se», aseguró Barnes. Y agregó: «Una vez al día me dicen que me extrañan».