Fiel hasta la muerte: La conmovedora historia del perrito Hachiko
- Advertencia: esta historia puede resultar muy emotiva si eres un amante de las mascotas. Un perro que esperó a su amo incluso después que este murió. ¿Conoces la historia de Hachiko, una de las mascotas más queridas de Japón?
La nobleza y fidelidad de los perros nos trae maravillosas y emocionantes relatos como la de Hachiko, una de las historias reales de mascotas más conocidas y queridas de Japón y que ha inspirado películas y muchos productos de ficción. ¿Conoces esta hermosa historia?
Si visitas la estación de Shibuya en Tokio, verás cerca de una de su puertas la estatua de un perrito de raza Akiba que es muy visitada por turistas y locales. Esta estatua fue erigida en honor al perro Hachiko, que le perteneció al profesor Hidesaburō Ueno y que hoy es conocido como Chūken Hachiko, “el leal Hachiko”. Los visitantes suelen adornar a la estatua y dejarles recuerdos, incluso llevando a otras mascotas (incluyendo gatos) y rindiéndole homenaje al fallecido can.
La hermosa y triste historia inicia en 1924, cuando el profesor Ueno, catedrático de la universidad de Tokio, encuentra a Hachiko en una granja en Odate y lo adopta. El perrito fue envíado a Tokio y curado de sus heridas. Su nombre se debe a que sus patas traseras estaban desviadas y le recordaron al profesor al kanji (ideograma) con el que se expresa el número 8 (“hachi”): “八”.
Hachi y el profesor Ueno se hicieron rápidamente muy unidos y desarrollaron una relación muy cercana, como solo puede darse entre un can y su amo. Ueno tomaba un tren todos los días desde la estación de Shibuya para acudir a dictar clases a la universidad de Tokio. Hachiko acompañaba todos los días a su dueño a tomar el tren, volvía a casa y luego regresaba a la estación a esperar su regreso al final de la jornada.
Esto se dio religiosamente por más de un año, hasta que golpeó la tragedia. El 21 de mayo de 1925, Hidesaburō Ueno viajó por última vez a la universidad de Tokio desde Shibuya. Ya en el campus, sufrió un accidente cerebrovascular y falleció ese mismo día. Como un día normal, Hachiko fue a recibir a su querido profesor Ueno, pero este nunca volvió.
Una fidelidad que superó la muerte
Hachiko nunca más vio al profesor Ueno y se quedó fuera de la estación de Shibuya esperándolo. A pesar de que pasaron días, meses y luego años, Hachiko jamás quiso moverse del lugar, empecinado en esperar al profesor. El perrito aguardó fielmente el regreso de su amo soportando el cambiante clima de Tokio y la falta de un techo que lo cobije.