En Suiza, los diputados no tienen beneficios y ganan menos que profesor
Guy Mettan, diputado y ex presidente del Parlamento de Ginebra, llega a la sede del Poder Legislativo del cantón suizo en su scooter. No tiene un automóvil oficial.
Tampoco tiene un parqueo reservado sólo para él frente al edificio histórico en el centro de la ciudad.
A veces, Mettan confiesa que va al trabajo con un conductor, el conductor del autobús público de la ciudad. Diputado ya por 18 años consecutivos, Mettan llevó el reportaje a los corredores del Grand Consor, el nombre dado al Parlamento del Cantón de Ginebra.
La región es una de las más ricas del mundo, tiene una tasa de desempleo del 5,3% y es uno de los pilares de un sistema financiero que guarda en sus cofres billones de dólares. Ginebra, de forma insistente, entra en todas las listas de las ciudades más caras del mundo desde hace años. Pero para no entorpecer el empleo de los cien representantes del pueblo, las sesiones del Parlamento son todas organizadas al final de la tarde, cuando el expediente ya ha terminado.
No sólo el diputado ordinario no cuenta con un auto oficial, pero tampoco se beneficia de ningún tipo de transporte. Una excepción se hace al presidente del Parlamento que, si va a un evento oficial, tiene el derecho de usar un vehículo oficial. Pero sólo si es a la reunión en la condición de alcalde y no a título personal.
La ayuda con vivienda no forma parte de los beneficios. Al término de cuatro años de mandato, los diputados no ganan una jubilación. Durante años en el poder, no pueden contratar parientes y ganan un voucher para hacer dos comidas al mes. Cada una de ellas de 40 francos suizos ($40 dólares). “Da para una pizza y un vaso de vino”, bromea Mettan.
En el mejor de los casos, un diputado en Ginebra va a sumar un salario anual de 50.000 francos suizos (el equivalente a 51 mil dólares), cerca de 4,1 mil francos al mes. Esto si es el presidente del Parlamento y asiste a todas las sesiones. El cálculo de cuánto Mettan y todos los demás reciben cada mes se hace por hora. “Si usted viene, usted recibe. Si no, no recibe”, dijo el diputado, que cuenta que necesita firmar con su propio puño una lista de presencia en cada reunión.
Transformado en reales, el valor puede hasta parecer elevado. Pero hoy, el pago al presidente del Parlamento de Ginebra es inferior a la media de un salario de un fabricante de queso, menor que la renta de un mecánico de coches en Suiza, de una secretaria, de un policía, de un carpintero, una profesora de jardín de infancia, de un metalúrgico y de un conductor de camión. Sin embargo, es equivalente al salario medio de un carnicero de la ciudad alpina.
Para un diputado “ordinario”, el salario es muy inferior al del presidente del Parlamento. Por año, llegan a recibir unos 30.000 francos suizos, el equivalente al pago medio asignado a un artista de circo o a un ayudante de cocina, puestos ocupados en gran parte por inmigrantes.
Mettan explica que la función de diputado consume sólo el 25% de su tiempo de trabajo y que, debido al salario bajo, todos se orientan a mantener sus empleos originales, incluso después de elegidos. “En Suiza, la política es considerada como una participación popular”, explicó. “Es un sistema de milicia, es decir, no es un sistema profesional, estamos obligados a tener un empleo paralelo, de tener una profesión paralela, no se puede vivir con esa indemnización”, admitió el diputado suizo. “No hay diputado profesional”, agregó.
Sin duda hay algo que podemos aprender de la sociedad suiza sobre la desigualdad salarial.