“No hay internet, la comida es siempre la misma y la habitación está sucia”, protestan varios deportistas en Pekín 2022
Desconsolada, Kim Meylemans lloraba en las redes.
Es belga y tiene 25 años y un blog en el que cuenta sus aventuras. Practica el skeleton, como Ander Mirambell, y ha viajado a Pekín, igual que aquel. Pero a estas alturas del partido, Kim Meylemans no tiene claro aún si podrá competir.
La sucesión de momentos iba a ser la siguiente: test, positivo, deportación de la Villa Olímpica en Yanqing y al hotel.
En algunos casos, el hotel es un cuarto angosto, sucio, aislado y mal ventilado que, durante varios días, ha minado la moral de los deportistas confinados.
En aquellos primeros días, Kim Meylemans había podido trabajar, al menos relativamente. Tenía una barra y pesas y una bicicleta estática y gomas elásticas. Hacía skippings empujando contra la pared.
Pero la faltaba el aire.
Y ahora, la esperanza.
Tras una semana de encierro en el hotel, Kim Meylemans lloraba en Instagram.
–Hace poco me dieron la buena noticia de que me iban a sacar de aquí para llevarme a la Villa Olímpica (aunque seguiría estando aislada, ahora estaría mucho más cerca de su delegación). Pero durante el camino (en ambulancia) me dijeron que me llevaban a otro lugar, también aislado, donde estoy ahora (…) Se supone que estaré aquí por otros siete días, sometida a dos PCR diarios y sin contacto con nadie. Esto es muy duro para mí (…) No estoy segura de si podré soportar este aislamiento durante catorce días antes de competir.
Su protesta iba a dar sus resultados: enseguida, el Comité Olímpico Internacional (COI) reaccionaba.
“Esto no debe ocurrir más”, decía Christophe Dubi, director ejecutivo de los Juegos de Pekín 2022, mientras instaba a las autoridades sanitarias chinas a relajar sus maneras y a informar de la situación de todos los olímpicos: dónde están y quién les atiende.
Entre discusiones de pasillos, Kim Meylemans, al fin, alcanzaba la Villa Olímpica.
“Cada vez que tenemos un problema, lo sabemos porque estamos bien conectados y así podemos resolverlo de la manera más ágil posible –se justificaba más tarde Christophe Dubi–. Que una deportista se haya visto afectada por un fallo de coordinación es un hecho desafortunado”.
(…)
Otros lo han pasado peor.
Lo cuenta Valeria Vasnetsova (24), biatleta rusa, en Instagram:
–Me duele el estómago, estoy pálida y tengo unos círculos muy negros alrededor de los ojos. Quiero que esto se acabe. Lloro cada día. Estoy muy cansada.
Sus quejas coinciden con las de la delegación alemana: voluntarios embutidos en monos blancos trasladan a los deportistas en vehículos oficiales hacia lugares ignotos, algunos precarios.
Hablan de pesadillas.
Las conexiones en internet son pésimas. La comida, repugnante. La higiene del cuarto, precaria.
Eric Frenzel (33), triple oro olímpico en combinada nórdica (saltos y esquí de fondo), también positivo, fue trasladado a un hotel cuyas condiciones, dijo Dirk Schimmelpfennig, jefe de su delegación, eran “irrazonables”.
–Los cuartos eran pequeños y sucios, y las entregas de comida no se producían con la regularidad necesaria.
Tras las quejas, las condiciones de los confinados han mejorado. Meylemans está en la Villa, Frenzel está en un espacio más confortable y Vasnetsova recibe una comida mejor.