Si los delfines no pueden beber el agua en la que nadan, ¿cómo se mantienen hidratados?
Contrariamente a lo que podríamos pensar, los delfines no beben el agua salada en la que viven, porque para ellos, como para nosotros, demasiada sal puede ser fatal.
Un reciente estudio realizado por el Instituto Mamirauá, financiado en parte por el Ministerio de Ciencia brasileño, ha arrojado luz sobre un enigma: ¿cómo se hidratan los delfines? Esta pregunta ha intrigado a los científicos durante décadas, y la respuesta es más compleja de lo que se podría pensar.
Contrario a lo que podría suponerse, los delfines oceánicos no beben agua de mar. Esto se debe a que el exceso de sal en el agua de mar puede ser letal para ellos, al igual que para los seres humanos. Por lo tanto, los delfines no tienen la capacidad de eliminar eficientemente la sal de su organismo, ya que carecen de glándulas salinas, órganos presentes en otros animales marinos.
Entonces, ¿cómo obtienen los delfines la hidratación que necesitan para sobrevivir? Según el estudio, los delfines se hidratan indirectamente a través del agua contenida en sus presas y del agua metabólica producida en sus células. Esta agua metabólica se genera a partir de la descomposición de las moléculas orgánicas presentes en la comida que ingieren, como los glúcidos, proteínas y lípidos.
Los científicos han utilizado la composición isotópica del oxígeno para rastrear las fuentes de agua en los cuerpos de los delfines. Mediante este método, pudieron determinar que el agua de las presas es la principal fuente de ingesta de agua para los delfines oceánicos, seguida del agua metabólica. Estos hallazgos tienen importantes implicaciones para la conservación de los cetáceos, especialmente en un contexto de sobrepesca y cambio climático, que afectan la disponibilidad de presas para estos animales.
En resumen, aunque los delfines no beben agua como lo hacen otros animales, tienen mecanismos biológicos para obtener la hidratación que necesitan para sobrevivir en su entorno marino. Este estudio proporciona una nueva comprensión de la fisiología de los cetáceos y destaca la importancia de proteger sus hábitats y presas para garantizar su supervivencia en el futuro.