Quién es Amalia Damonte, la mujer a la que el papa Francisco se declaró antes de dedicarse a la vida religiosa
“Si no me caso con vos, me hago cura”: El amor imposible que marcó la vida del Papa Francisco
Antes de ser conocido como el Papa que sacudió al Vaticano con su estilo cercano, su humildad y su enfoque por los más pobres, Jorge Mario Bergoglio fue simplemente un muchacho de barrio, enamorado y soñador. La historia que pocos conocían —y que ahora recobra fuerza tras su fallecimiento— tiene como protagonista a una vecina suya en Buenos Aires: Amalia Damonte, la joven que, sin saberlo, pudo haber cambiado el rumbo de la Iglesia Católica.
Corrían los años 40 en el barrio de Flores, en la capital argentina. Jorge tenía apenas 12 años cuando se sintió perdidamente enamorado de Amalia, quien vivía apenas a unas puertas de distancia. Como todo adolescente enamorado, le escribió una nota con una promesa que hoy suena casi profética: “Si no puedo casarme con vos, me voy a hacer sacerdote”. Amalia le respondió con un rotundo “no”… y el resto es historia.
Décadas después, la mujer rememoró aquella anécdota en una entrevista en 2013, justo cuando Bergoglio se convirtió en el Papa Francisco. Lo hizo con una sonrisa y cierto tono de broma: “Por suerte para él, le dije que no”.
Aunque se trató de un amor de juventud, de esos que no duran pero dejan huella, la historia fue mucho más que una anécdota: marcó un punto de quiebre en la vida del joven Jorge, que terminó alejándose de la idea de formar una familia para abrazar una vocación religiosa que cambiaría su vida —y la de millones— para siempre.
Pero no fue un simple rechazo lo que lo llevó a decidir su camino. Amalia contó que sus padres se opusieron rotundamente a la relación.
“Mi papá me pegó por haberme atrevido a escribirle una notita a un niño”, reveló, dejando claro que no solo fue el desamor, sino la presión familiar lo que terminó por distanciar a los jóvenes.
Años después, ya como el primer Papa latinoamericano, Francisco no escondió su humanidad. Habló de sus miedos, de su paso por una vida “normal” antes del sacerdocio y del enorme desafío que implicaba dirigir una Iglesia golpeada por escándalos, con menos vocaciones y enfrentando una creciente pérdida de fieles en América Latina.
Fue elegido como líder de la Iglesia Católica el 13 de marzo de 2013, tras la renuncia del Papa Benedicto XVI, y durante su pontificado no solo abogó por reformas internas, sino que también dio una cara más cálida y cercana al Vaticano. Y aunque su legado se escribió con gestos de sencillez y decisiones valientes, también tiene raíces en ese pequeño corazón roto en Buenos Aires.
El papa Francisco falleció este 21 de abril de 2025, a los 88 años, en la Casa Santa Marta, en Roma. Su salud venía deteriorándose desde febrero, cuando fue internado por una bronquitis severa y una neumonía bilateral. A pesar de su estado, días antes de su muerte aún apareció ante los fieles, aferrado hasta el final a su rol como guía espiritual.
Hoy, al recordarlo, no solo pensamos en el pontífice que marcó época, sino también en ese joven que, por amor —y por un “no”— terminó dedicando su vida a algo mucho más grande.