La reencarnación está prohibida en China sin aval del gobierno
China exige permiso para reencarnar: una medida religiosa que causa revuelo global
Desde 2007, el gobierno chino regula la sucesión espiritual del Dalai Lama y otros líderes budistas tibetanos
La figura del Dalai Lama y su rol espiritual
Para el pueblo tibetano, el Dalai Lama no es solo un líder espiritual: es la manifestación viva de la compasión de Buda. Actualmente, esa figura recae en Tenzin Gyatso, nacido en 1935 en Taktser, al noreste del Tíbet. Desde su exilio en la India en 1959, su influencia ha trascendido fronteras, desafiando la autoridad del Partido Comunista Chino.
No obstante, lo que podría parecer un asunto meramente religioso o cultural, se ha convertido en una cuestión profundamente política. El centro del debate: la reencarnación.
La directiva de 2007: una ley inusual y polémica
En 2007, el gobierno chino emitió una disposición que, en palabras simples, prohíbe la reencarnación sin previa autorización del Estado. Esta medida fue instaurada por la Administración Estatal de Asuntos Religiosos, con el argumento de “regular” y “estandarizar” la reencarnación de lamas tibetanos.
El reglamento exige que cualquier reconocimiento de una reencarnación deba solicitarse formalmente y obtener el visto bueno de Beijing, limitando además que dicha reencarnación ocurra únicamente dentro del territorio chino.
Para muchos, esta directiva es vista como un intento directo de neutralizar la influencia del Dalai Lama, controlando la sucesión espiritual de una figura que aún tiene un peso significativo entre los tibetanos y en el extranjero.
¿Cómo funciona la reencarnación en el budismo tibetano?
En la tradición tibetana, cuando un Dalai Lama fallece, se cree que su espíritu reencarna en un niño, cuyo hallazgo se da luego de un proceso ceremonial que puede durar varios años. No obstante, uno de los puntos clave es que, según las creencias budistas, el alma puede reencarnar 49 días después de la muerte.
Este periodo es considerado sagrado, pues se trata del tiempo que el alma necesita para su transición a una nueva vida. Pero bajo las nuevas reglas chinas, este proceso no puede comenzar sin la aprobación de las autoridades.
¿Por qué es relevante en 2025?
Este año, el actual Dalai Lama ha cumplido 90 años, y según reportes de medios asiáticos como Asian News, podría estar considerando poner fin a la cadena de sucesión. De hacerlo, esto dejaría a China sin la posibilidad de controlar la figura espiritual que encarna el budismo tibetano.
Los analistas consideran que una decisión como esta podría aumentar la tensión entre los seguidores del Dalai Lama y el gobierno chino, y representar una nueva etapa en el conflicto entre religión y política en la región.
¿Una medida absurda o estratégica?
Aunque la idea de “pedir permiso para reencarnar” suena surrealista fuera de ese contexto, para las autoridades chinas es una táctica de control político, orientada a evitar que surjan líderes religiosos no alineados con el régimen.
Organizaciones como Human Rights Watch han denunciado que esta política es una violación a la libertad religiosa, pues limita el derecho de las comunidades a elegir a sus propios líderes espirituales.
Lo que dice la gente en redes sociales
Como suele suceder en la era digital, temas antiguos vuelven a surgir y generar conversación. En X (antes Twitter), miles de usuarios retomaron este tema con tono de burla o asombro durante los primeros meses de 2025. Aquí algunas reacciones:
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“Debe haber una oficina antes de ir al más allá, y ahí tu espíritu debe hacer el trámite para solicitar la reencarnación, me imagino”.
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“Me acabo de enterar que en China, son por alguna razón, ilegales los viajes en el tiempo”.
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“Le falta prohibir la reencarnación como en China”, fue el comentario sarcástico de un usuario al referirse a una medida estadounidense.
Estas respuestas reflejan tanto el desconocimiento como el escepticismo ante una norma que, aunque real, parece inverosímil para buena parte del mundo.
Un asunto espiritual atrapado entre fronteras
Más allá del humor, lo cierto es que esta política sigue teniendo efectos tangibles en la vida religiosa de millones de tibetanos. La pugna por el control de la sucesión del Dalai Lama representa mucho más que una disputa burocrática: es una batalla por la identidad cultural y la libertad espiritual.
A medida que Tenzin Gyatso se acerca al final de su vida, el mundo entero estará atento a lo que suceda con su legado. Y si China intentará, una vez más, controlar incluso lo que no se ve.