Aseguran que profundidades de la Antártida suenan como «naves espaciales»
Por medio de un aparato que detecta las ondas sonoras bajo el agua, una científica colombiana estudia y entiende los patrones de comportamiento de los mamíferos marinos en la Antártida.
En una expedición a los remotos confines de la Antártida, la científica colombiana Andrea Bonilla, de la Universidad de Cornell en Nueva York, despliega un hidrófono cubierto de titanio atado a una boya en medio del vasto océano, rodeado de imponentes icebergs en el archipiélago de las Islas Shetland del Sur. Este dispositivo, que detecta ondas sonoras bajo el agua, es fundamental para estudiar la vida marina en esta inhóspita región durante el invierno austral.
Para Bonilla, quien se especializa en acústica marina, los sonidos que se encuentran en las profundidades de la Antártida son «impresionantes» y revelan patrones de comportamiento de los mamíferos marinos que habitan la zona. «Hay especies aquí que suenan impresionantes, literal como Star Wars (la saga de cine), suenan como naves espaciales. Muy pocos oídos tienen el privilegio de monitorear ese tipo de especies», afirma la científica.
La tarea de Bonilla y su equipo durante la X Expedición Antártica de Colombia consiste en recuperar hidrófonos instalados el año anterior por una misión turca y desplegar nuevos dispositivos para seguir estudiando los sonidos del océano. La información recopilada será fundamental para comprender cómo afectan los ruidos y alteraciones auditivas a la comunicación y actividades naturales de las especies marinas, como la caza.
Guiados por coordenadas precisas, el equipo busca y recupera los hidrófonos previamente instalados en el mar. Una vez localizado, Bonilla envía señales remotas al hidrófono para que emerja a la superficie. Esta tarea, que requiere precisión y habilidad técnica, es crucial para el éxito de la expedición y la recopilación de datos.
De vuelta en tierra firme, Bonilla analizará las grabaciones recopiladas durante el último año. Estas grabaciones servirán como base para apoyar la propuesta de Chile y Argentina de establecer un área marina protegida en la Península Antártica desde 2012. Además de contribuir al estudio de la vida marina, los hallazgos de Bonilla tendrán aplicaciones en investigaciones geofísicas.