Qué tan lejos está la ciencia de poder leer los pensamientos
Las más recientes pruebas con un nuevo dispositivo implantado en el cerebro buscan medir las señales nerviosas relacionadas con el movimiento de una persona de movilidad limitada, pero eso aún no es telepatía.
Adentrémonos en el desafío que supone la medición de las señales del cerebro, una tarea que nos sumerge en una especie de «zona ciega» donde la comprensión se ve limitada por la oscuridad que sigue al disparo de una neurona, un fenómeno que contrasta con la claridad observada en otras células como los miocitos cardíacos.
Cuando un miocito se activa, la contracción muscular es evidente, permitiendo al observador relacionar directamente la señal eléctrica con la acción física resultante. Sin embargo, en el caso de una neurona, el disparo no se traduce en un cambio visible, ya que el pensamiento generado permanece invisible, perdido en la oscuridad de nuestra comprensión.
En este contexto, los dispositivos como los estimuladores cerebrales profundos se presentan como herramientas revolucionarias que interactúan directamente con el cerebro, abriendo nuevas posibilidades en el tratamiento de diversas patologías. Estos dispositivos, como los implantes cocleares utilizados en personas con pérdida auditiva, se sitúan en áreas cercanas al cerebro, como la cóclea, o incluso dentro de él, como en el caso de los estimuladores cerebrales profundos empleados en enfermedades como el párkinson.
Sin embargo, el conocimiento sobre el funcionamiento del cerebro sigue siendo limitado. A menudo, se actúa en núcleos cerebrales profundos sin comprender completamente su funcionamiento, como en el caso de los estimuladores para tratar trastornos motores en el párkinson. Aunque estos dispositivos pueden ser efectivos para inutilizar ciertas neuronas, aún existe una gran oscuridad en torno a su funcionamiento y efectos.
La medición directa del pensamiento, las intenciones o los recuerdos sigue siendo un desafío distante. Incluso con dispositivos avanzados como los estimuladores cerebrales profundos, la comprensión de cómo influyen en el pensamiento humano es limitada. Esto plantea interrogantes éticos y de privacidad, como los generados por el chip de Elon Musk, que nos recuerdan la complejidad de comprender y respetar la intimidad de la mente humana.
A pesar de los avances tecnológicos, la relación entre la actividad neuronal y el pensamiento sigue siendo un misterio, y la comprensión completa del pensamiento humano puede escapar a los límites de la física. Sin embargo, el progreso continuo en la interacción entre humanos y máquinas promete abrir nuevas puertas, aunque tal vez no nos acerque a una comprensión plena del pensamiento humano.