¿Cómo sabemos tanto del núcleo terrestre si apenas hemos excavado doce kilómetros de profundidad?
¿Cómo podríamos ir al centro de la Tierra y ver lo que hay ahí dentro? Quizás por el sitio más idóneo: bajando por la boca de un volcán.
El viaje al centro de la Tierra ha sido tema de fascinación durante mucho tiempo, pero ¿es realmente posible llegar allí y explorar lo que hay en su interior? La ciencia ha intentado responder esta pregunta durante décadas, y aunque aún no hemos llegado tan lejos, hemos hecho avances significativos en nuestra comprensión de lo que yace bajo nuestros pies.
Comenzando por los volcanes, como el reciente en Islandia, se ha llegado a profundidades de hasta 12,2 kilómetros en la península de Kola en Rusia, pero eso es apenas una fracción de los 6.400 kilómetros que separan la superficie del centro de la Tierra. Así que, ¿cómo sabemos lo que hay más abajo?
Una pista valiosa proviene de los terremotos, esos movimientos bruscos de la tierra que desatan ondas sísmicas. Estas ondas viajan a través de la Tierra y nos dan información sobre su composición interna. Cuando las estaciones sísmicas detectan terremotos en puntos opuestos del mundo, observan un retraso en la llegada de las ondas, lo que sugiere que su velocidad disminuye a medida que se acercan al centro de la Tierra.
Este cambio en la velocidad de las ondas sísmicas nos indica que el material interno se vuelve más líquido y caliente, dificultando el paso de las ondas. Este fenómeno nos ha permitido identificar varias capas dentro de la Tierra, como la corteza, el manto y el núcleo, separadas por discontinuidades.
Sin embargo, llegar al centro de la Tierra sigue siendo un desafío monumental. Aunque películas como «El núcleo» (2003) imaginan vehículos que pueden viajar a través de la tierra, necesitaríamos materiales indestructibles y tecnología avanzada para hacer realidad esa idea. Por ahora, sigue siendo ciencia ficción, pero ¿quién sabe qué descubrimientos nos depara el futuro? Tal vez, algún día, alguien encuentre la clave para explorar el corazón de nuestro planeta.