Enfermero del CEACO: ‘’No he parado de llorar’’
Michael Esquivel, es un enfermero de la Unidad de Cuidados Intensivos del CEACO. Reconoce que la experiencia que ha tenido en ese centro médico le ha cambiado la forma de ver la vida.
Michael Esquivel, es uno de los profesionales en la primera línea de atención de la emergencia sanitaria por el coronavirus en el Centro Especializado de Atención de Pacientes con Covid-19 (CEACO).
Es enfermero desde el 2011, fue en el área de emergencias del hospital Calderon Guardia donde inició su carrera profesional.
Sin embargo, reconoce que la experiencia que ha tenido en el CEACO le ha cambiado la forma de ver la vida.
Por eso, este martes, el enfermero quiso contar su historia en su perfil personal de Facebook.
“Luego de nueve años de experiencia hospitalaria me creía invencible, fuerte y con nervios de acero. Nueve años de experiencia me valían para enfrentarme a diario a emergencias, baleados, tórax abiertos (esto es realmente fuerte para quien no lo ha visto), partos y cuanta cosa puede usted imaginar, y si hasta muertos”, escribió Esquivel.
“Hace un tiempo me ofrecieron un ascenso interino en el Hospital CEACO el cual acepté, sí, ese donde se atiende los «Covid». Era una experiencia nueva y un reto profesional, nueve años de experiencia me respaldaban, al menos eso creía”, añadió.
Michael, contó que en su primer día en el CEACO: “Llegue con toda la actitud creyendo en mi capacidad profesional y mi conocimiento, pero no conté con algo, me fallaría mi «sangre de chancho». Y sí, lo digo en el buen sentido porque ya uno convive a diario con la muerte en un hospital clase A, pero algo paso”.
“Me asignaron en la Unidad de Cuidados Intensivos, sí, donde están los intubados y mil medicamentos, cables, conexiones y máquinas pitando a cada nada”, narró el enfermero.
“Y llegó el momento, la primera muerte, un muchacho de 43 años (Un mae 13 años mayor que yo), con el cual compartí días de charla, me enseñó vídeos de pachos y ahí estaba yo, envolviéndolo en dos bolsas sabiendo que nadie más nunca le vería el rostro, pero yo estaba viendo la muerte de frente”, agregó.
Michael, comentó que: “Hace 22 días exactos nació mi mayor bendición, mi hijo Emmanuel, el cual amo y adoro con todo mi corazón. El día de hoy atendí a un usuario de 35 años intubado y sedado el cual al ingresar pensaba que era un usuario más, de esos que día a día atiendes. Al terminar los múltiples procedimientos la enfermera de salud mental nos ingresa un celular en plena llamada para el usuario, era un familiar deseándoles lo mejor y que su hijo recién nacido lo esperaba”.
“Suave un toque, me dije, me entró la empatía al mil, ese mae que estaba ahí pude ser yo, un usuario con un pésimo pronóstico y que probablemente moriría en los próximos días, o tal vez horas sin conocer a su hijo recién nacido”, agregó.
Esquivel, comentó que hay días en que la carga emocional es extenuante: “Y es así como desde mi salida del hospital al ser las 5:20 p.m. aún no he parado de llorar, sí, ese que ha visto mil muertos, empatía le llaman, este sentimiento de frustración de no poder hacer más”.
“Dure cinco horas adentro con un traje con una sensación térmica de 35 grados sin aire acondicionado, poniendo medicinas, cables y modificando parámetros de máquinas, y aquí estoy con el corazón despedazado sin poder hacer nada más aun cuando hoy tengo mi nariz «en carne viva», por ese que pude ser yo”, escribió.
“No soy de publicar absolutamente nada de mi trabajo, pero es desde un quebrado corazón que le digo a todos, esto es real y puede ser su mamá, su pareja, su abuela o su hijo a quien pude atender hoy o llamar y decirle que falleció y no imagina usted la puta frustración que le causa esto a uno como profesional y aún peor, como ser humano”, finalizó el enfermero.