Jacinda Ardern, la carismática primera ministra de Nueva Zelanda que venció a la pandemia y busca la reelección
Detrás del logro neozelandés de ser el primer país en vencer al Covid-19, tras 100 días sin reportar casos nuevos, destaca la imagen de la jefa de Gobierno, una mujer que llegó hace tres años al poder para cambiar por completo la imagen de la política
Cuando El Comercio fue invitado a cubrir el Techweek NZ’18, la feria de innovación tecnológica celebrada en Nueva Zelanda, una de las mayores sorpresas que nos encontramos fue ver un holograma de la primera ministra Jacinda Ardern inaugurando el evento. Dos años más tarde, y tras ser el primer país que puede ufanarse de haber vencido a la pandemia de Covid-19, ha anunciado su intención de postular a la reelección.
Hoy, Nueva Zelanda acaba de cumplir 100 días sin ningún caso nuevo de coronavirus y pese a que las autoridades han advertido que no se debe bajar la guardia, sobran los motivos para celebrar.
La gestión de la pandemia ha provocado que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera al país ejemplar por haber “eliminado con éxito la transmisión en la población”.
Y detrás de ello ha estado la figura de Ardern. No solo con la disposición de diferentes políticas certeras y las etapas correspondientes para cada nivel de la lucha contra la pandemia, sino también por el contacto que ha mantenido con la población, abordando temas como el impacto del encierro, la salud mental u organizando videoconferencias con los ciudadanos a través de las redes sociales.
Esto quedó perfectamente plasmado en la frase que utilizó al final de cada sesión informativa sobre el virus: “Sé fuerte. Sé amable”.
Sin embargo, la labor de Ardern frente al Covid-19 más allá de sorprender se suma a una larga lista de éxitos que la convierten en una de las líderes más influyentes y mejor percibidas en el mundo.
Asumió la jefatura de Gobierno en octubre del 2017, con apenas 37 años y pocas semanas después de convertirse en la cabeza del Partido Laborista.
Su simple elección marcó la diferencia: la persona más joven en ocupar el cargo de primer ministro de Nueva Zelanda en 150 años y la mujer más joven en el cargo de toda su historia.
Desde la campaña, su conexión con la población fue casi inmediata. “48 horas después de que se convirtiera en la líder del partido recaudamos más de 200.000 dólares. Durante todo ese primer mes, recaudamos más de nuestro objetivo original para el año”, detalló Andrew Burns, miembro del equipo de Ardern, para un artículo de la startup especializada en campañas políticas Nationbuilder en el 2017.
Ya como primera ministra, no era raro ver polos con su nombre, carteras con su foto o memes inundando las redes sociales. Se había desatado, oficialmente, la “Jacindamanía”.
Junto a ello, se fueron conociendo cada vez más detalles sobre su vida. Nació en Hamilton, el 26 de julio de 1980. Abandonó la fe mormona por la postura que tienen contra los homosexuales. A los 17 se presentó como voluntaria del Partido Laborista. La carrera de Ciencias de la Comunicación se la pagó ella misma, trabajando desde joven. El bienestar infantil y la igualdad económica son sus principales intereses.
Tras sus estudios universitarios, Ardern trabajó en las oficinas de varios ministros, fue asesora del exprimer ministro británico Tony Blair y presidenta de la Unión Internacional de las Juventudes Socialistas.
En el 2008 se convirtió en diputada, donde destacó su defensa por la legalización del matrimonio homosexual, de la marihuana y el impulso por la educación universitaria gratuita.
Ya como primera ministra, en enero del 2018, anunció junto a su pareja, el periodista Clarke Gayford, que serían padres. Así, en junio de ese año se convirtió en la segunda mujer al frente de un gobierno en dar a luz, después de Benazir Bhutto de Pakistán. Pero la primera en llevar a su hijo a una reunión de la Asamblea General de Naciones Unidas, ese mismo año.
Uno de los momentos más complicados de su mandato se registró el 15 de marzo del 2019, cuando el australiano Brenton Tarrant cometió la masacre de Christchurch, matando a 51 personas que asistían a las mezquitas de Al Noor y Linwood.
La respuesta de Ardern no solo fue celebrada por el respeto y compasión que mostró, al presentarse con una hiyab y abrazar tanto a los sobrevivientes como a sus familiares, sino también tomando acción al presentar un proyecto de ley con el que endurecería la venta de armas. Menos de 30 días después, las armas automáticas, semiautomáticas y componentes que las modificaran para asemejarse a armamento militar, no podían ser comerciadas en su país.
No ha estado exenta, sin embargo, de críticas. La principal apunta a que no ha podido cumplir con algunas promesas electorales, principalmente las de reducir la brecha de desigualdad económica y el difícil acceso a las casas. Se estima que en marzo del 2020, 16 mil personas esperaban poder adquirir una vivienda pública, 47% más que el año anterior.
Esta problemática respondería, principalmente, a la lenta construcción de estas edificaciones y la escasez de las mismas.
Este año, la pandemia se sumó como un nuevo reto, aunque más que problemas le permitió demostrar una vez más su rápida capacidad de reacción. No solo cerró las fronteras cuando apenas contaban una docena de casos de Covid-19, también cerró playas, parques, escuelas, oficinas, lugares de ocio y organizó un amplio sistema de pruebas y seguimiento a los infectados.
Ella misma se aisló en su casa y estableció una serie de videoconferencias para mantenerse en contacto con la población. Ordenó que el Gobierno brinde modems y computadoras a los estudiantes que no tenían acceso a internet, para que no pierdan clases.
Además, a mediados de abril, se redujo -tanto ella como sus ministros- el 20% del sueldo durante seis meses, una señal de “liderazgo y solidaridad” con quienes se vieron económicamente afectados por la crisis.
Y cuando los resultados se dieron, no dudo en festejar. No solo bailó en su sala al festejar la noticia, tal como contó en la rueda de prensa posterior, sino que supo alternar esa felicidad con el llamado a mantener la precaución.
Y ese gesto por sí solo podría describir perfectamente el manejo de Ardern, como la han calificado ya varios medios internacionales: “tiene una mano de hierro, cubierto por un guante de seda”.
Pero el verdadero efecto de Ardern se medirá este 19 de septiembre, cuando los neozelandeses acudan a las urnas para elegir al mandatario por los próximos tres años.