¿Qué pasó con Jordan en la NBA desde que dejó Chicago hasta que se retiró?
Lo que The Last Dance no cuenta.
Michael Jordan encaró hacia su derecha, metió el freno de mano, acompañó con su palma izquierda a un Bryon Russell que inevitablemente pasaría de largo, se elevó e inmortalizó el tiro ganador del sexto juego de las finales de la NBA de 1998. El último tiro en el último baile.
Para él fue el cielo, el sexto anillo, la despedida gloriosa… Para el pobre rival que salió en la foto, era el dolor del momento que debería volver a vivir cada vez que viera la imagen, pero al menos con la tranquilidad de saber que había sido la última vez. Eso pensaba…
Corría la temporada 2002/03 y Brendan Haywood, jugador de Washington Wizards, marcaba a Jordan en un entrenamiento. El mejor basquetbolista de la historia había regresado a la NBA la campaña anterior, luego de tres años de ausencia, tras su segundo retiro.
MJ lo desafió a que lo presionara lejos del aro. El por entonces joven de 23 años no se quedó callado ante la leyenda, que ya tenía casi 40. “¡Dale, tirá!. Si ni siquiera sos tirador de tres”, lo provocó. Su Majestad tomó el lanzamiento y falló. Como reza la frase que ya se hizo meme, eso era todo lo que necesitaba.
A partir de la jugada siguiente, el encargado de defender a Jordan fue un jugador que ese año hacía su debut en Washington luego de nueve años en Utah: el mismo Bryon Russell.
Y Jordan lo volvió a destrozar. “Desde entonces no erró un tiro más -contó el propio Haywood en el podcast Wizards Talk-. En suspensión, saliendo del pick, tras un dribble, todo. Y al final, para terminar la práctica, clavó un triple y me miró fulminante”.
Eso no sería todo. Como si hubiera hecho algo para provocarlo, otra vez el pobre Russell se llevó la peor parte del Jordan castigador dialéctico. “Le dijo: ‘Ey, te estoy aplastando, ¿por qué no te callás? La verdad es que a vos te conocen por ser el tipo de las jugadas destacadas. No porque tengas ninguna: porque salís en todas las mías’”, recordaron.
Al borde de los 40 años (los cumplió durante esa misma temporada) y en un equipo que no peleaba por nada, Jordan mantenía ese espíritu competitivo, al punto de buscar quebrar -o fortalecer, según su discurso- basquetbolística y psicológicamente a sus rivales y compañeros.
Le seguía encantando provocar. Jared Jeffries recordó aquella semana en la que luego de ver a Antoine Walker presumir al llegar a un entrenamiento en una Ferrari, Jordan fue cinco días seguidos en Ferraris de distintos colores y combinadas con la ropa de su marca.
Dentro de la cancha, si bien ayudó a los jóvenes y los aconsejó mucho en cuestiones técnicas del juego, los tratos del crack generaban rispideces en el vestuario. “Las cosas se manejaban a través de él”, dijo Jerry Stackhouse en ESPN.
Se refería, claro, a la extraña situación que generaba que Jordan hubiera sido presidente de operaciones del equipo, incluso eligiendo jugadores en el draft, y accionista minoritario. “Hacíamos casi todo lo que (Jordan) quería hacer”, agregó el ex compañero.
“Llegando al final de la temporada, los jugadores estaban cansados de él. No disfrutaban jugar con el tipo que habían crecido idolatrando”, afirmó el periodista Chris Broussard, que cubrió al equipo por entonces, en el podcast The Odd Couple.
¿Cómo le fue a Jordan? En su primer año, estaba logrando llevar a una plantilla del montón a la zona cercana a la clasificación a playoffs, pero una lesión de meniscos, por la que tuvo que someterse a una artroscopía (fue apenas la segunda lesión de importancia que tuvo desde 1985), conspiró contra el equipo, que sin él poco pudo hacer.
Antes de eso, tras un arranque lento, una vez que se puso en forma llevó al equipo a ganar 13 de 15 partidos y meterse en la pelea por un lugar en la postemporada.
De todos modos, aunque Washington terminó su participación con el fin de la fase regular, MJ fue determinante para que los Wizards pasaran de 19 triunfos en la temporada anterior a 37 en la primera con él.
De hecho, en la campaña 2001/02, Jordan jugó 60 partidos y en 36 anotó más de 20 puntos, llegando incluso a los 50 (29 de diciembre, ante Charlotte) y cuatro veces superando los 40.
Para la segunda temporada, con el objetivo de cuidar su rodilla y de que el equipo pudiera tener aspiraciones más altas, Jordan aceptó una situación inédita como salir desde el banco.
Sin embargo, entre algunas lesiones que padecieron otros compañeros y la falta de éxito del equipo tras los primeros 16 partidos, Su Majestad volvió a la titularidad.
Jugó los 82 encuentros de la fase regular, 42 veces superó los 20 puntos y en tres ocasiones pasó los 40, convirtiéndose además, con los 43 que le anotó a New Jersey el 21 de febrero, en el primer jugador mayor a las cuatro décadas en anotar al menos 40 tantos. Sin embargo, y pese a volver a ganar 37 juegos, el equipo tampoco entró a playoffs.
En sus dos temporadas con los Wizards, promedió 21,2 puntos (10 menos que en su carrera en Chicago), 5,9 rebotes y 4,4 asistencias, cifras estas dos últimas bastante cercanas a lo que hacía en los Bulls. Eso sí: bajó su efectividad en tiros de campo de un alto 50% que lo había distinguido hasta entonces a un correcto pero menor 43%.
Por supuesto, no son cifras dignas de un MVP, pero se trataba de un jugador de 40 años, que había estado tres sin jugar y, al cabo, como muestra el sitio oficial de la NBA, es un rendimiento comparable al que hoy tiene una figura de la liga como Jimmy Butler, estrella de Miami Heat.
En ambas temporadas, Jordan fue elegido para disputar el Juego de las Estrellas, aunque no pudo estar en el primero por aquella problemática en su rodilla.
Al finalizar su carrera, Jordan esperaba retomar su posición como ejecutivo de Washington, pero se encontró con que el dueño, Abe Pollin, no contaría con él.
Desde aquella selección de Kwame Brown en el draft (fue el primer jugador de secundaria en ser elegido en el primer puesto de la ceremonia) que terminó en un fiasco, pasando por otras decisiones con resultados deportivos poco felices, el propietario aseguró que “no era una atmósfera saludable para provocar una organización feliz o un equipo ganador”.
Eventualmente, Jordan obtendría su puesto como ejecutivo al convertirse en accionista mayoritario de Charlotte. Sus días con las zapatillas puestas se habían terminado, dejando atrás uno de los mayores legados en la historia del deporte.