Un joven fue aceptado en ocho de las mejores universidades y no sabe a cuál ir

El agobio que experimenta Craig McFarland resulta más que comprensible. ¡Pero cuántos querrían estar en su piel, o mejor dicho, en su cerebro, y angustiarse por lo mismo que él! ¡Cuántos padres se llenarían la boca diciendo eso de “le fue tan bien que ahora no sabe qué hacer”!

A Craig McFarland le fue muy bien. Increíblemente bien. Le quieren en todas la universidades que pidió y más allá. Ya forma parte de uno de los grupos más exclusivos del país.

MacFarland, de 18 años y residente en Florida, fue aceptado en todas las universidades de la denominada Ivy League. El nombre se traduce por la Liga de Hiedra y hace referencia a una conferencia deportiva entre ocho universidades del noroeste de Estados Unidos: Yale, Princeton, Columbia, Universidad de Pensilvania, Brown, Dartmouth, Cornell y Harvard. Si bien hay otras que compiten en excelencia académica, estas ocho son de las más prestigiosas, exclusivas y elitistas.

La primera que le llegó fue la de Yale, mediante un vídeo. Confesó que el estado de shock hizo que empezara a gritar. Había tenido una mala jornada en los entrenamientos de atletismo, bronca incluida con un compañero. Y, además, problemas con su coche.

Luego llegaron las otras en cadena. Abrió una a una. En su habitación, junto a su hermana. Al desvelar el sí de la octava (Harvard), agarró a su perro y se puso a bailar con su mascota.

Aunque la existencia se halla en suspenso, metida entre paréntesis por el Covid-19 , hay cosas que no cambian para los estudiantes estadounidenses del último año de bachillerato. El curso termina de facto en marzo, una vez que los colleges apuran las fechas para comunicar sus decisiones.

Alegría o frustración. Es el dilema que afrontar a edad temprana. No faltan las excepciones. Ahí están los adolescentes de las familias del 1%, ese reducido grupo de multimillonarios que acumulan la inmensa mayoría de la riqueza. A esos chicos y chicas les da igual ocho que ochenta.

Sobran los ejemplos. El más notorio que se cita ahora es el de Jared Kushner, yerno del presidente Donald Trump​ y consejero de la Casa Blanca, por este orden. Aseguran que Kushner era un estudiante mediocre al que admitieron en Harvard después de que su padre donara 2,5 millones de dólares. Esto se llama generosidad sincronizada.

Hace unos meses saltó el escándalo de las admisiones, que en círculos académicos todos sabían y se callaban. El FBI desmontó una red en la que estaban implicadas celebridades (como las actrices Lori Loughlin y Felicity Huffman) por falsificar expedientes deportivos para facilitar la entrada a campus reconocidos.

En los currículums de estos hijos de famosos figuraba que eran expertos navegantes y ni sabían nadar, o que jugaban al fútbol cuando lo más parecido a una pelota que habían visto era un globo con forma de corazón en la celebración de San Valentín.

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Esta es la otra cara. McFarland hace el bachillerato en la Stanton College Preparatory School de Jacksonville. Se graduará en julio –nueva fecha debido al aplazamiento por el coronavirus– con la nota más alta de su clase, una media de 4,98 puntos sobre cinco. La calificación máxima es A. Él no tuvo ni una B en los cuatro cursos de bachillerato.

Lo describen como un estudiante brillante, con habilidad para la escritura e interesado en los idiomas. En este periodo final estudia francés, español y árabe. Su agobio no se circunscribe a la aceptación en las Ivy League. Envió cartas a otras instituciones. En total recibió una respuesta positiva en 17 universidades.

Según su definición, es un joven automotivado, que vive con su madre, Donabel Santiago, de origen filipino, su hermano de 21 años y su hermana de 15. Aprendió a ser independiente para no cargar de estrés a una madre que ya se sacrificaba en exceso.

Así que ahora afronta el momento de la incertidumbre positiva. Siempre vivió en Florida, de donde no salió nunca.

Su definición todavía no llegó. Está entre la Universidad de Florida, la californiana de Stanford y dos Ivy League, Yale y Harvard. Le interesan la bioquímica y la lingüística, pero no sabe si estudiará Derecho o Medicina. Su máxima es: “Espero hacer lo mejor”.

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