Hombre que violó a una perrita en Alajuelita: ‘’No me la quiten, ella es mi novia’’
Es el primer acusado por violación a un animal.
Este viernes minutos después de las 10:00 a.m. dio inicio el primer juicio en la historia de Costa Rica por la violación de un animal.
Un indigente de apellidos Rojas Araya de 55 años está acusado de presuntamente violar dos veces a una perrita de nombre Ala. Los hechos ocurrieron en el 2017.
Los ataques sexuales, en apariencia, se dieron en el centro de Alajuelita, de ahí el nombre de la perra.
La primera vez que vieron al hombre abusando del animal logró escapar. Ala no podía mover sus patitas traseras por las lesiones luego de la violación.
Pablo Castro, rescatista de animales, fue uno de los testigos del caso. Contó que el sospechoso tiene fama de degenerado sexual y que le gusta tener relaciones sexuales con los animales.
Frente a la sala de juicio, Castro, narró cómo fue el instante en el que sorprendió a Rojas abusando de la perrita.
‘’En ese momento (Rojas) estaba penetrando a la perra, yo vi, vía anal no me puedo imaginar cómo más. Lo que se escuchaba era a la perra gritando, la perra no estaba pasando un momento agradable evidentemente.
Cuando el sospechoso se percata que lo tenemos listo el hace a huir. La perra no logra salir caminando, se sienta en el piso como si tuviera un daño en la cadera. Evidentemente por lo que él le estaba haciendo. El acto de penetración hacia un animalito es antinatural’’, comentó Castro visiblemente afectado.
En la segunda ocasión, el sospechoso no corrió con la misma suerte, dos testigos llamaron a la Fuerza Pública y lo aprehendieron.
‘’Él llega en la perrera, la perra llega también y lo que yo logro escuchar es: ‘’no me la quiten, ella es mi novia’’, con esas palabras. A algunos oficiales les parece jocosa la situación lo que a mí me enoja más porque no tiene nada de chistoso, la perrita con costos podía dar un paso bien y tenía sangre en el ano de lo mismo que veía pasando minutos antes’’, narró el joven quien es uno de los testigos clave.
Ahora la historia de Ala es muy distinta, vive en un santuario en Coronado y se encuentra bajo la supervisión de la Asociación para el Bienestar y el Amparo Animal (ABAA).
La pena por abusar sexuamente de un animal va de tres meses a un año, de acuerdo con el artículo 279 del Código Penal.