«Estoy sola frente al mundo»: Abogada defensora de hombre acusado de organizar violaciones contra su esposa en Francia
«Mi misión es ayudar a entender, aunque se le odie», explica la defensora Béatrice Zavarro quien evita referirse a Dominique Pelicot como «un monstruo», aunque se reconoce como «la abogada de alguien que cometió algo monstruoso».
En un tribunal de Aviñón, Béatrice Zavarro, abogada de pequeña estatura, se enfrenta a la difícil tarea de defender a Dominique Pelicot, quien ha sido acusado de ser uno de los más atroces criminales sexuales en Francia en las últimas décadas. Consciente de la carga que lleva sobre sus hombros, Zavarro afirma: “Estoy sola frente al mundo”. Su misión, dice, es ayudar a entender, incluso si ello implica defender a un hombre que muchos ven como “mentiroso y manipulador”.
Desde el 2 de septiembre, Zavarro ha defendido a Pelicot, quien se encuentra siendo juzgado junto a 50 hombres más por haber drogado a su esposa, Gisèle Pelicot, entre 2011 y 2020, para violarla junto a decenas de desconocidos. En el tribunal, Pelicot, de 71 años, ha admitido su culpabilidad y busca la pena máxima de 20 años de prisión. Sin embargo, no se siente solo en su condena: “Todos lo sabían”, afirmó, sugiriendo que otros cómplices están en la sala.
A pesar de su apariencia modesta, Zavarro es una figura fuerte y decidida. Se unió al Colegio de Abogados de Marsella en 1996 y ha dedicado su carrera al derecho penal, aunque admite que no era su destino inicial. Reconoce que su estatura y su voz pueden haber sido un obstáculo en su carrera, pero eso no la ha detenido. “Para hacer este trabajo, tienes que gustar de la gente”, afirma, añadiendo que su objetivo es “devolverles un poco de dignidad”.
Zavarro es conocida por su enfoque sutil pero firme, describiéndose a sí misma como alguien que “asume sus casos con fuerza, pero con guante blanco”. En el pasado, representó a la familia de Madison, una niña de cinco años que fue secuestrada y asesinada en 2006, lo que muestra su experiencia en casos de alto perfil.
Su vida personal refleja su humildad. Su despacho, modesto y descolorido, contrasta con la grandilocuencia que a veces acompaña a la profesión. Para este juicio, se ha mudado a un barrio obrero en Aviñón, donde se hospeda y camina dos kilómetros al tribunal dos veces al día, siempre acompañada por su esposo Édouard, quien a menudo es confundido con su guardaespaldas.
Para Zavarro, este juicio no es solo un caso más; representa un “capítulo esencial” en la lucha contra la violación. Ella considera que el reconocimiento de este delito como un crimen fue un avance gracias a Gisèle Halimi en 1978, y ahora busca que Gisèle Pelicot sea un símbolo de un cambio aún mayor en la justicia por los derechos de las víctimas.