El misterioso pueblo abandonado de Japón donde sus habitantes son ‘muñecos de trapo’: ¿a qué se debe?
Se llama Nagoro y es un pueblo fantasma.
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Se llama Nagoro y es un pueblo fantasma.
En la remota Isla de Shikoku, en la prefectura de Tokushima, existe un pequeño pueblo que, en su día, estuvo lleno de vida y risas. Este lugar, llamado Nagoro, fue hogar de varias familias con jóvenes y niños, pero con el tiempo, sus habitantes comenzaron a irse, hasta que, hace unos 23 años, el pueblo quedó prácticamente desierto.
Hoy en día, Nagoro es conocido como la «aldea de los muñecos». Las casas, tiendas y escuelas, en lugar de estar habitadas por personas, ahora albergan figuras de tamaño humano, cuidadosamente colocadas en diferentes lugares del pueblo. Estas figuras no son más que muñecos que reemplazan a los antiguos habitantes.
Según la BBC, la despoblación de Nagoro fue un proceso gradual. Los residentes fueron muriendo o mudándose a otras ciudades más cercanas a áreas urbanas. Los jóvenes, en particular, optaron por abandonar el pueblo debido a su lejanía y difícil acceso. Ubicado en medio de las montañas del valle de Iya, cerca de la famosa montaña Tsurugi, el aislamiento de Nagoro lo convirtió en un lugar cada vez más solitario.
Una de las pocas personas que aún reside en Nagoro es Ayano Tsukimi, una mujer de 74 años que ha dedicado los últimos años de su vida a la creación de estos muñecos de tamaño real. Ella los fabrica con materiales sencillos como papel periódico, lana y ropa, dando vida a cada uno de ellos y colocándolos en distintos lugares del pueblo, como si estuvieran realizando las tareas diarias de una comunidad que ya no existe.
«Vivo aquí sola con mi padre; el resto de la gente se ha mudado a Osaka», explica Tsukimi. Aunque la soledad podría parecer abrumadora, ella asegura que no le teme a la tranquilidad del pueblo. Sin embargo, admite que una emergencia médica podría ser un problema grave, ya que el hospital más cercano está a casi 90 kilómetros de distancia.
Tsukimi se refiere a los muñecos como «sus hijos», cuidándolos con devoción y esmero. «La cara y las expresiones faciales son lo más difícil de hacer», comenta. A pesar de la dificultad, ella ha fabricado la mayoría de los muñecos por sí misma, aunque ahora algunos voluntarios la ayudan, especialmente durante las clases mensuales que imparte sobre cómo crear estas figuras.
Aunque Nagoro podría parecer un pueblo fantasma, aún cuenta con una población de aproximadamente 380 «habitantes»: 30 humanos y 350 muñecos. Tsukimi disfruta cuando los viajeros se detienen a visitar el pueblo, atraídos por la singularidad de este lugar casi deshabitado, lleno de figuras que parecen llevar a cabo labores cotidianas. Para ella, cada visita es una pequeña recompensa por el amor y dedicación que ha puesto en preservar, a su manera, la vida en Nagoro.