Sufrió quemaduras en el 97 % de su cuerpo pero eso no le impidió graduarse de bachiller
Santos Bonilla fue víctima de una explosión de gas, producto del incidente le amputaron parte del pie y varios dedos de las manos.
Se llama Santos Bonilla y le acaba de demostrar al mundo que si queremos lograr nuestros sueños hay que luchar por ellos y no dejarnos vencer tan fácilmente.
Este joven vivió en su infancia una dura prueba que lejos de desmotivarlo lo llenó de fuerzas para cumplir sus metas. En 2005 se produjo una explosión de gas en la casa de Santos, en aquel momento tenía tan solo dos añitos.
Bonilla, quien al momento del incidente estaba en compañía de sus tres hermanos, llevó la peor parte. Estuvo ocho meses en estado de coma en el Hospital Nacional de Niños (HNN), tenía el 97 % del cuerpo quemado con heridas de tercer grado.
El pronóstico de los médicos no era alentador, tomando en cuenta que le tuvieron que amputar parte de un pie y algunos dedos de las manos a raíz de una gangrena (muerte del tejido).
Pese a todos los pronósticos Santos, quien ahora tiene 19 años, evolucionó positivamente y el viernes anterior se recibió como bachiller en educación media en el Liceo Puente Piedra, en Grecia de Alajuela.
“No siento algunas partes de las manos y de los pies. La gente me ve como discapacitado por las cicatrices en la cara, porque uso una prótesis, porque no tengo parte de un pie y de los dedos de las manos, pero yo no me siento discapacitado porque desde pequeño me he visto así. Yo me siento normal, las cicatrices forman parte de mí, no se me dificulta la vida; me gradué de bachillerato y estoy muy orgulloso por eso, por haber cumplido esa etapa”, declaró el joven bachiller al periódico La Nación, el medio que dio a conocer su historia.
Santos contó al rotativo que cuando iba a ingresar al kínder su familia se preocupó mucho ya que los niños le podrían hacer comentarios hirientes por sus cicatrices.
Sin embargo, el joven recordó que en su primer día de lecciones en la Escuela Ramón Herrera Vitoria, en Grecia, entró acompañado por los bomberos quienes le explicaron a sus compañeros el motivo de sus cicatrices y cómo evitar que algo similar les sucediera a ellos.
Santos contó que ese mismo temor lo llegó a invadir cuando inició la secundaria, pero no fue así y más bien aseguró que siempre ha tenido amigos y que nunca físicamente se ha “sentido discapacitado”.
El sueño universitario tendrá que esperar
Dice una famosa frase que por los sueños se suspira y por las metas se trabaja. Esa es la consigna de vida de Santos quien desde setiembre del año pasado milita en el equipo Sporting FC Fútbol para amputados. Uno de sus anhelos es llegar a la selección nacional de esta categoría.
Pero también pensando en su futuro aprobó el examen de admisión del Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC) para cursar en esa casa de estudios la carrera de Ingeniería en Sistemas.
Lamentablemente el sueño de iniciar sus estudios superiores tendrá que esperar pues debe trabajar para ayudar a su familia.
Su madre, sus tres hermanos y él viven con una pensión de ¢82.000 que recibe el joven del Estado.
Como ya culminó sus estudios en el colegio, ya no recibe el dinero de la beca que le daban.
La familia cuenta, además de la pensión de Santos, con una beca del colegio que le dan a su hermano menor, Charlie de 17 años.
Mientras que su hermana mayor, Diana, recién comenzó a trabajar de forma informal por lo que recibe ¢32.000 semanales. Con ese dinero se mantienen los cinco.
Es por eso que la prioridad Santos ahora es conseguir un empleo.