Todos los integrantes de una familia se raparon para acompañar a una mujer enferma de cáncer
La foto conmueve. Diez integrantes de una familia mendocina lucen sus cabezas rapadas.
Fue un aliento, un mimo, una caricia para acompañar a Mónica Bravo (40), que está atravesando un tratamiento de quimioterapia para superar un cáncer de cuello de útero.
Los Bravo son una familia numerosa: 13 hermanos, muy unidos.
La mayoría reside en la pequeña localidad de Mendoza, Argentina. Mónica, la menor de la familia, está casada con Ariel Atampi, dueño de una panadería, juntos tienen tres hijos: Tamara (19), Morena (16) y Pedro (6).
Mónica, que también sufre de esclerosis múltiple, fue diagnosticada con un cáncer de cuello uterino tres años atrás. “Le detectaron una mancha en el útero y se dejó estar, no siguió con los controles ginecológicos”, cuenta su hermana.
La mujer atravesó varios tratamientos de quimio y radioterapia. Fue operada en noviembre del año pasado, pero aún persiste la enfermedad.
Los médicos recomendaron una quimioterapia más agresiva, que comenzó el viernes pasado y que deberá repetir cada semana, hasta completar seis sesiones.
El lunes pasado, Mónica llamó a su hermana Claudia (45) porque empezaba a perder mechones de pelo por la medicación oncológica. “Voy a ir a la peluquería”, le dijo. Y Claudia respondió: “Vamos juntas”.
“El pelo se le cayó el lunes, de golpe. Nos llamó llorando”, revela Claudia. Y explica que su hermana tenía un pelo “negro, hermoso y largo”.
Lo que no sabía Mónica es que sus dos hijas fueron las primeras en partir a la peluquería. Después se sumaron las cinco hermanas y, por últimos, los hermanos varones.
El plan ya estaba en marcha: tanto las hijas de Mónica como sus hermanos habían decidido acompañarla en este doloroso trance. De a poco, fueron llegando familiares a cortarse el pelo con Alexis Navarro, que es militar, yerno de Claudia y conoce el oficio de peluquero.
Mónica estaba lista para raparse cuando su hija del medio, Morena, se sentó en frente y pidió ser la primera.
De a uno fueron sumándose las cinco hermanas, la otra hija y dos de los hermanos varones.
El tercero, reside en Puerto Madryn y también se rapó aunque no pudo acompañar la foto grupal. “Fue emocionante. Nos abrazábamos, llorábamos, nos reíamos”, dice Claudia. Y piensa: “Es raro verse calva, pero ahora somos más parecidas”.