“Es muy duro estar encerrado”: ancianos en asilos de España vulnerables a depresión
Los residentes llevan ocho meses prácticamente aislados, sin poder abrazar a sus familiares, afrontando una dura soledad que ha empezado a afectar su ánimo.
Más de la mitad de las casi 45.000 víctimas mortales de la COVID-19 en España corresponde a ancianos residentes en centros geriátricos, según los últimos datos revelados por el Ministerio de Sanidad de España.
Los hogares de miles de personas mayores están quedando en segundo plano mediático durante esta segunda ola de coronavirus, pero continúan siendo el foco más letal de la pandemia.
Por tal motivo, los adultos mayores llevan ocho meses prácticamente aislados, sin poder abrazar a sus familiares, afrontando una dura soledad que ha empezado a afectar sus estados de ánimo.
“Te encuentras enterrada en vida, como si estuviera enterrada, igual”, asegura Petra Serrano, residente del centro de mayores Casablanca, en Madrid. A pesar que realiza ejercicio físico regularmente y participa en todas las actividades del centro, tiene miedo de caer en depresión. “Es muy duro estar encerrado. De verdad, es terrorífico”, agrega.
Diogo Ramos, coordinador de enfermería del asilo, cuenta que “la falta de afecto, del cariño de las familias ha afectado muchísimo a los residentes, y en cierta medida nos afecta a nosotros”. Además, le resulta muy triste ver cómo los adultos mayores “se van deteriorando a lo largo del tiempo”.
El centro geriátrico ha logrado minimizar el golpe de la pandemia, pero a costa de fuertes restricciones que impiden el contacto de los ancianos con el mundo exterior. Actualmente, las visitas de los familiares están restringidas a dos veces por semana, de 20 minutos de duración como máximo, informa RT.
“A mí la soledad me mata”
Para los residentes el día a día se les hace muy difícil durante la pandemia de coronavirus. Antonio Martín, un adulto mayor del centro, cuenta su historia de soledad a partir del fallecimiento de su esposa. “A mí no me gusta la soledad, yo soy un hombre de salir afuera, a mí la soledad es que me mata”.
La soledad y la falta de afecto ha hecho mella en la salud mental de las personas, especialmente en las condiciones de vulnerabilidad que implica la senectud. “El entorno emocional y cognitivo de estas personas se empobrece y vemos el aumento de síntomas de tipo ansioso y depresivo”, sostuvo Manuel Martín Carrasco, vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría.